jueves, 28 de febrero de 2013

Corruptos en su salsa

Que España tiene un problema con la corrupción es algo más que evidente. Pero, ¿por qué?, ¿cuáles son las causas que la explican? Justificar el escandaloso grado de corrupción política que soporta España como una herencia atábica de la simpática picaresca nacional parece poco serio. Decir que es una rasgo poco menos que genético de los países "latinos" y mediterráneos, tampoco cuela. Que nuestra cultura o nuestra educación son más permisivos con el engaño, el fraude, el robo o la "triquiñuela" constituye igualmente  un argumento bien pobre.
En España, el político corrupto, desde el minuto uno, está muy pero que muy protegido.  Protegido por su entorno, que mira hacia otro lado, por su partido, que le "tapa" y le respalda, y hasta por la Justicia, que no investiga lo suficiente ni persigue con determinación este tipo de prácticas, conductas que en algunos casos son flagrantes, descaradas, a la vista de todos... excepto de la policía, de la fiscalía o del juez.

Pero pongámonos en el supuesto de que sí son pillados. ¿Qué sucede entonces? Primero, el corrupto recibirá el apoyo incondicional de su propio partido, que lejos de sentirse el mayor interesado en desvincularse del presunto delincuente, respaldará a su dirigente, con la presunción de inocencia por bandera (la misma que se saltan cuando el escándalo es en el otro partido). Y lo hacen obviando, además, que la presunción de inocencia es un concepto jurídico, no político.

Es más, no es raro que hasta pretendan convertir al político en víctima, víctima de una campaña policial, judicial o mediática "de acoso y derribo" (les gusta mucho esta expresión). En esto el PP es un maestro. Es posible que tú, corrupto, acabes incluso como un héroe, como un estandarte de la persecución que sufre tu partido. El mundo al revés. Si estás dudando, si no sabes si poner "el cazo", si meter la mano en la caja, ten claro, querido corrupto, que tu partido te ampara, te enmienda la plana, y quizás hasta te exhiba como un honrado político al que intentan difamar. Si además manejas información delicada sobre otros miembros de tu partido, entonces "a muerte" contigo...

Después, -y relacionado con lo anterior ya que los tentáculos de los partidos manejan buena parte de la línea editorial de las empresas de comunicación- llegará el apoyo mediático que se presta al corrupto. Los medios afines se las ingeniarán para echarle una mano. Siempre podrán decir que lo que ha hecho no es para tanto  ("los tres trajes de Camps" era el resumen que se hacía del caso Gurtel, la más descomunal trama interregional de corrupción en cadena de la historia de la democracia). También sacarán a pasear el "y tú más", desempolvando otros casos de corrupción del otro partido (y ¡¡mucho peores!!, por supuesto). En último término, una buena cortina de humo siempre funciona: se destapa otro escándalo diferente del partido "rival", y que se tenía guardado para urgencias como ésta, y listo... Y si no, el tiempo juega a favor, porque los temas pronto se desgastan y en seguida van pasando a planos informativos secundarios hasta terminar desapareciendo...

Pero lo más grave, y descorazonador desde el prisma del ciudadano, llega cuando el corrupto ha de responder ante la Justicia (mejor escrito, justicia, en minúscula desde hace unos años). Los jueces valientes, los que cumplen con su cometido, los que no se arrugan, los que no se dejan intimidar -los menos- son presionados, se les acusa de estar "politizados", se les retira del caso o, en último término, hasta se les expulsa de la carrera judicial, lanzando un mensaje dramático a la ciudadanía y también a los que sientan deseos de corromperse: "corrupto, si alguien te investiga, si alguien te molesta en tus prácticas, tranquilo que nos lo cargamos. El que sobra es él, no tú".

Pero es que en la mayoría de los casos ni siquiera hace falta todo esto, porque el juez de turno ya sabe de sobra lo que tiene que hacer. O mejor dicho, lo que no tiene que hacer: no debe meter las narices donde no le llaman. Muchos jueces (la mayoría y cada vez más) y el sistema judicial en su conjunto reman a favor de obra para convertirse en cómplices necesarios de los corruptos.

Y también los ciudadanos, en muchos casos, actúan con complicidad. Hay sitios en los que a los electores les encanta que les roben en su propia cara y siguen votando a los mismos corruptos que les llevan "chorizando" años y años de forma clamorosa. Así que, corrupto "rehabilitado" (o no), siempre puedes volver a presentarte en Marbella, Ourense o Valencia. Te votan fijo... Y ten claro que, en España, los corruptos como tú lo tenéis todo a favor: aquí, estás en tu salsa.

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