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“La tarea de un líder es llevar a su gente desde donde está hasta donde no haya llegado jamás”. (Henry Kissinger).
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“La tarea de un líder es llevar a su gente desde donde está hasta donde no haya llegado jamás”. (Henry Kissinger).
La mediocracia se ha adueñado del país. Y los resultados saltan a la vista. Las personas más valiosas son arrinconadas y apartadas. En muchos casos, ellas mismas han preferido echarse a un lado. España, por no tener, ya no tiene ni líderes. ¿Dónde están? ¿Dónde se han metido? Ni en la esfera pública ni en la privada. Los mediocres campan a sus anchas y ostentan cargos de responsabilidad, ante la frustración y la desmotivación de aquéllos que sí estarían verdaderamente cualificados.
Empecemos por el ámbito de la política. Se podría estar de acuerdo o no con ellos, pero los Suárez, González, Aznar o Zapatero tenían un calado, generaban adhesiones e ilusiones, la gente confiaba en ellos… A día de hoy, ¿cómo “seguir” a Rajoy, la personificación de la mediocridad? Antes, si echábamos un vistazo al hemiciclo, encontrábamos a Julio Anguita o a Herrero de Miñón; hoy nos topamos con Andrea Fabra y Toni Cantó.
La falta de liderazgo político alcanza a todos los partidos, y afecta también a comunidades autónomas y a ministerios. No hay líderes, no hay políticos con capacidad para ponerse al frente, para guiar a la sociedad… No hay faros porque no hay altura de miras.
En la empresa privada, comprobamos cómo a menudo el subordinado está mucho más preparado que el jefe. Se valora más el don de gentes, “caer en gracia”, que la verdadera capacitación profesional.
Es más, tanto en política como en empresa, es frecuente que los que están arriba traten de taponar la promoción de aquéllas personas que puedan hacerles sombra. Con tal de mantener el sillón, prefieren rodearse de catetos y eliminar a los valiosos. Las consecuencias de este extendido comportamiento son nefastas.
Echemos un vistazo a la parrilla de la televisión, o a las listas de los libros o de los discos más vendidos. La cultura se ha quedado sin líderes. La intelectualidad no responde. También aquí, los mediocres han ganado la batalla.
Y como alternativa a la mediocracia, como respuesta a la ausencia de líderes, la gente se organiza, sale a la calle, protesta, busca canales para hacerse oir. La sociedad no encuentra esas personas que, en virtud de su superioridad intelectual o moral, se erijan en líderes, en portavoces, en garantes de las ideas de los ciudadanos, de sus demandas, de sus preocupaciones… Con España huérfana de líderes y con “los valiosos” vencidos por “los mediocres”, la gente ya no confía en nadie y decide ser ella misma la que vele por los suyo.
La mediocracia acrítica, trepa, aduladora e improductiva ha ganado la batalla. Así va España… La España sin líderes. La mediocridad se ha instalado en el país, lo ha colonizado. Pero lejos de ser combatida, se alienta y se retroalimenta, porque la mediocracia es muy útil para algunos.
En la España del desempleo insoportable, del saqueo de lo público, de las desigualdades crecientes y de la cruda desesperanza, los mediocres hacen su agosto, mientras los prohombres, hoy más necesarios que nunca, no aparecen.
“Si tus acciones inspiran a otros a soñar más, a aprender más, a hacer más y a ser mejores, entonces eres un líder”. (Jack Welch).
Comparto totalmente esta opinión. Felicidades por el blog.
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