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“Cuando advierta usted que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos a través del soborno y las influencias más que por el trabajo, y que las leyes no le protegen a usted contra ellos, sino que por el contrario son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada, y la honradez se convierta en autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada”.
Son palabras de la filósofa estadounidense Ayn Rand, autora de clásicos como “El Manantial”, y de cuya doctrina, algo ambigua, se adueñan al tiempo anarquistas y liberales, fascistas y comunistas, defensores y detractores del capitalismo... ¿Acaso ha llegado ese momento; estamos ya “condenados”? Hablemos de eso que se ha dado en llamar el “sistema”, que lo es todo y no es nada a la vez.
“Cuando advierta usted que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos a través del soborno y las influencias más que por el trabajo, y que las leyes no le protegen a usted contra ellos, sino que por el contrario son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada, y la honradez se convierta en autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada”.
Son palabras de la filósofa estadounidense Ayn Rand, autora de clásicos como “El Manantial”, y de cuya doctrina, algo ambigua, se adueñan al tiempo anarquistas y liberales, fascistas y comunistas, defensores y detractores del capitalismo... ¿Acaso ha llegado ese momento; estamos ya “condenados”? Hablemos de eso que se ha dado en llamar el “sistema”, que lo es todo y no es nada a la vez.
Se supone que los cimientos teóricos e ideológicos del “sistema” se asientan en elementos como la democracia, la soberanía popular, la Justicia, el imperio de la ley, la Constitución, la igualdad de oportunidades, la solidaridad, los derechos y las obligaciones, la protección y preponderancia del individuo… Sobre el papel, precioso. ¿Quién no estaría de acuerdo con un “sistema” tan maravilloso?
Pero en la práctica, en su aplicación cotidiana, en aquello que afecta al día a día de las personas, el sistema no responde, perpetuándose y fortaleciéndose a través de la manipulación, de la desinformación, de la injusticia, del abuso de poder, del miedo, de la propaganda, del teatrillo electoral, de la desigualdad, del fraude… No se trata, en realidad, de un fracaso del “sistema”, ya que éste no es bienintencionado. No es que no logre cumplir sus objetivos, sino que sus objetivos no son los que dicen ser.
El “sistema” ha sabido, durante mucho tiempo, convertir el término “anti sistema” en un insulto, en una descalificación, blindando así su propia supervivencia. Uno podía criticar aspectos puntuales del “sistema”, pero el “sistema” en su conjunto lograba autoproclamarse como dogma de fe, una verdad intocable, absoluta, sin discusión posible. El “sistema”, tramposo, conseguía que aquéllos que alzasen la voz contra él, que lo cuestionasen, fuesen catalogados de “anti sistema”, identificando “anti sistema” como “extremista”, “radical”, “violento”… Los “indignados” eran “anti sistema”, los mineros eran “anti sistema”, los del Instituto Luis Vives eran “anti sistema”, el Sindicato Andaluz de Trabajadores era “anti sistema”… “Tienen otros cauces para reivindicar sus problemas”, les reprochaban. ¿Y cuáles se supone que son esos otros cauces? ¿No nos estaremos refiriendo, a estas alturas del fraude, a ir a votar cada cuatro años?
El “sistema” no aceptaba debate. Pero ahora esto ha cambiado. Ya se puede ser “anti sistema”. El escándalo que estamos viviendo es de tamaña proporción que al fin cabe plantear “enmiendas a la totalidad del sistema”. Pararse a revisar con detalle esquemas que creíamos inquebrantables puede ser un primer paso muy recomendable…
(existe otro truquillo que se utiliza a menudo para proteger al “sistema”, para descalificar argumentaciones correctas pero molestas. Si dices algo que se sale de la telaraña del “sistema”, y que desnuda su injusticia, entonces rápidamente serás acusado de hacer “demagogia”. Y asunto resuelto…).
Las vergüenzas del “sistema” han sido desenmascaradas. Por tanto, ¿es tan extraño ser un “anti sistema”? El “sistema” nos ha conducido a esta situación, y no parece en absoluto dispuesto a solucionarla. Al contrario, prefiere llevar el gran engaño hasta las últimas consecuencias. Es más, lo raro sería considerarse “pro sistema”. ¿Hay acaso algo más violento, en el sentido literal de la palabra, que una población estafada, sin trabajo, con la sanidad y la educación públicas en vías de extinción, sin ayuda a dependientes, humillada por el doble rasero de leyes y jueces, reprendida y desoída en sus protestas, desahuciada de sus viviendas por bancos a los que se rescata con impuestos…? ¿Hay algo más “anti sistema” que un país con su soberanía entregada, algo más “anti sistema” que un país víctima de un inmenso fraude electoral…?
La desobediencia civil aumenta. ¿Alguien se extraña? Y es positivo que aumente, porque como se dice a veces, “peor que los propios actos de los hombres malos es el consentimiento que den los hombres buenos a estos actos”. A todos aquellos que se escandalizan ante determinadas respuestas contestatarias de la ciudadanía, una pregunta más: ¿qué se supone que debe hacer la gente que se siente, con razón, traicionada por un “sistema” que ha perdido credibilidad y legitimidad? ¿Qué ha de hacer la gente? Porque lo de las elecciones, lo del voto, lo de la Justicia, lo de las instituciones… eso ya no cuela. ¿O pretenden seguir diciéndonos, tras lo sucedido con el timo programático del PP en las últimas generales, que se pueden cambiar las cosas emitiendo un votito cada cuatro años? Por favor…
Quizás el “sistema” debiera asumir que ha sido descubierto, iniciando de forma decidida y creíble una refundación drástica, con la persona y el ciudadano como ejes absolutos. Pero lejos de esto, plantea una huida hacia adelante, a la desesperada, una especia de “morir matando”, tratando de solucionar la crisis con más crisis, de ganar tiempo no se sabe para qué… Y es que lo peor, lo esquizofrénico, es que el “sistema”, aún a sabiendas de que su rumbo es equivocado, continúa erre que erre… ¿No era un tal Einstein el que decía que esperar resultados diferentes de actos idénticos es de necios? Pues eso…
El “sistema” se está llevando por delante a la persona, a la gente. Y la gente ha dicho: “hasta aquí”. El esquema capitalista ha cubierto ya su ciclo histórico, está agotado, y vamos a asistir a un cambio de era (no necesariamente a mejor, eso sí…).
Pero ojo, que el “sistema” no se va a entregar tan fácilmente. Un ejemplo: William Cooper, miembro de la Inteligencia Norteamericana y conocido por haber vaticinado los atentados del 11-S, declaró en una ocasión: “el capitalismo, actual sistema dominante, tiene el arma de conquista más poderosa: el dinero. La historia de la actual dominación fue perfectamente planificada desde hace tiempo. El objetivo del capitalismo es la instalación de su poder en todo el planeta, para su conquista lenta y paulatina, a través de su infiltración en el poder económico. La creación de diferentes organizaciones supranacionales es el modo elegido para hacerse con el control del nuevo orden mundial”. Cooper apareció asesinado en su casa poco tiempo después, en un crimen por el que la Justicia pasó muy de puntillas...
Es sólo una vida más entre los millones y millones de cadáveres que el sistema capitalista ha ido dejando cadáveres por el camino, impasible, por poner un “simple” ejemplo, ante algo tan inadmisible y al mismo tiempo corregible como el hambre en el mundo. Viajaremos a Marte, y vivimos un boom tecnológico sin precedentes en la historia de la Humanidad, pero mientras el “sistema” permita que un niño se muera de hambre, seguiremos en la Edad de Piedra más fría y oscura. (volviendo a lo de antes: a este comentario le llamarán “demagogia”).
Viene un “sistema” nuevo. Pero lo inquietante es que no hay ninguna garantía cierta de que el nuevo “sistema” que supla al actual vaya a ser más justo, más humano, mejor en definitiva. Porque los grupos de poder tienen el rumbo claramente definido: hay que retroceder en libertades y derechos, y avanzar en pobreza y manipulación. Y los que se oponen a estas miserables intenciones no terminan de lograr una capacidad de acción organizada, global y eficaz que sirva de contrapeso influyente.
“Nuestros líderes han rehusado decir la verdad. Si no despertamos ante estos sucesos, el mundo está encaminado hacia un periodo de esclavitud”. (Barry Godwater, ex senador de Estados Unidos)
No todo el que se coloca bajo el epígrafe de "anti sistema" es bueno.
ResponderEliminarNuestra sociedad está condenada.
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