lunes, 27 de agosto de 2012

Trilogía de la estafa: (I) El miedo

¿Cuál es el motor que mueve el mundo? Para los más románticos, sería el amor; para los más pragmáticos, el dinero. Los ambiciosos responderían que es el poder; los artistas, la búsqueda de la belleza... El Premio Nobel Bertrand Russell, por añadir otras alternativas, sostenía que ese motor es el aburrimiento, mientras que el escritor y periodista francés Jean François Revel apunta a la mentira como la primera de las fuerzas que gobiernan el mundo. Son todos, en cualquier caso, sentimientos y pulsiones cien por cien humanos. Pero, ¿y si fuese el miedo la fuerza más poderosa? ¿Hasta dónde se podría llegar siendo dueño del miedo de la gente? ¿Cabalga la crisis a lomos del miedo?

El miedo a la muerte (camuflada como miedo a Dios) permitió que algo tan irracional como las religiones se adueñasen durante siglos de las voluntades de la gente, con consecuencias nefastas que aún llegan hasta nuestros días. Ante una inquietud, un temor, una pregunta sin respuesta, es fácil refugiarse en el primer manipulador que venda una falsa sensación de seguridad, de tranquilidad, de alivio. Como no asumo que un día moriré, compro vida eterna. Así funciona el miedo como instrumento.

En la España política contemporánea, el miedo se cuela en las campañas electorales para tratar de influír en el voto. "Se rompe España", proclamaba el PP mientras estimulaba un muy comercial odio a lo catalán. "Lo quieren privatizar todo y acabar con  las pensiones", respondía el PSOE, con doberman incluido. La derecha vendía el miedo a "esos rojos comunistas que querían acabar con la propiedad privada"; la izquierda, el miedo a "los fachas represores herederos de Franco". Y así, el miedo va calando en las decisiones de la gente.

Maquiavelo, en "El Príncipe", aseguraba que hay dos formas de gobernar y controlar a un pueblo: haciéndose querer, o haciéndose temer. Parece evidente cuál es la opción que impera en nuestros días. En plena crisis, se intenta atemorizar a los ciudadanos para justificar y proteger unas medidas que toma el Gobierno, y que en realidad son plenamente ideológicas. "Si no hacemos este recorte, iremos a peor...". "Si no cortamos aquí, vendrán de Europa a rescatarnos y entonces sí que será terrible...". Es tan sencillo como cobarde gobernar con el miedo por bandera, y con la crisis como excusa. El miedo como gran engaño.

"Si no quieres hacer horas extras, recuerda que estamos a punto de irnos a un ERE...". "Si no te vale lo que hay, tengo a miles en la puerta que sí tragarían...". ¿Vas a la huelga? Tu sabrás lo que haces...". Así se va escribiendo la historia en los centros de trabajo. Y por si todavía quedase algún valiente, la reforma laboral ya se ocupa convenientemente de él. Miedo en estado puro.

La utilización del miedo alcanza ya a lo más primitivo: el miedo al dolor, al daño físico. Una madre suplica a su hijo que no acuda a una manifestación: "te van a golpear, la Policía actúa duro ahora. No vayas, por favor, no vayas". Y en efecto, el hijo regresa con un enorme moratón en un costado. ¿Irá a la próxima? Se lo pensará, porque sentirá miedo. Por si fuera poco, el Gobierno amenazaba con incluir como delito la llamada "resistencia pasiva" en concentraciones. Miedo doble: a la porra y a una norma que eleva el miedo a la categoría de ley. ¡Qué miedo retroceder tanto también en esto. Concretamente en esto!

El miedo paraliza. bloquea  y, finalmente doblega, porque, en último término, hay que pagar las facturas y seguir comiento (aunque sea poco). A nadie se le puede exigir que se comporte como un héroe...

Y así, el miedo sigue avanzando, ganando terreno. Y las ideas que lo sostienen se imponen: "sí, es cierto, no hay más remedio que hacer recortes...", "es que el Estado del Bienestar es insostenible....", "es que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades...", "del mal el menos...". Y el miedo vence -aunque sea con la mentira como aval-,  y sus agitadores encuentran la recompensa anhelada.

Mal arreglo tiene esta firme apuesta por gobernar escudándose en el terror, en "el coco". Una solución sería  la educación, la formación. Descartada. El acoso y derribo de la educación pública restará capacidad de análisis y respuesta a la ciudadanía. Históricamente, la derecha siempre ha sabido que las opciones de éxito de su proyecto crecen cuanto más analfabeto e ignorante sea el pueblo.

Otro contrapeso del miedo sería la información. Olvidémonos. Con los grandes grupos de comunicación acumulando más y más poder, la pluralidad queda reducida a la mínima expresión. La consolidación del pensamiento único y acrítico, ese pensamiento que trata de justificar lo que se está haciendo "porque no hay más remedio", es la prioridad actual de los medios. Puede que exista libertad de expresión, pero de poco sirve si no existe libertad de pensamiento.

José Luis Sampedro escribe: "Gobernar a base de miedo es muy eficaz. Si usted amenaza a la gente diciéndole que les va a degollar, y luego no lo hace, entonces los puede azotar y explotar. Y la gente dirá: "bueno, no es tan grave". El miedo hace que no se reaccione, que no se siga adelante. El miedo es, desgraciadamente, más fuerte que el altruismo, que la verdad, que el amor. Y el miedo nos lo están dando todos los días en los periódicos y en la televisión".

¿Os suena? ¿Os recuerda a algo? ¿Cómo contrarrestar el gobierno del miedo?  "El sistema es muy listo", concluía, pesimista, Sampedro, en una entrevista con Jordi Évole en la que el humanista exhibía una inteligencia deliciosa (y que a mí me acomplejó) y una clarividencia desbordante. Si Sampedro fuese una asignatura en los colegios, habría esperanza. Pero claro, prefieren que se estudie religión, el más sofisticado mecanismo de control de masas a través del miedo. Miedo me da...

1 comentario:

  1. El mundo lo mueven el miedo, el aburrimiento y la envidia

    ResponderEliminar