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"La ley queda herida de muerte. Han acabado con ella", me cuenta con tristeza Carmen Vilaboa, desde la Asociación de Enfermos Neuromusculares.
Y es que ya han entrado en vigor los recortes a la Ley de Dependencia que el gobierno de Rajoy aprobaba en el apocalíptico Consejo de Ministros de mediados de julio. La `Dependencia´ recibe un golpe casi definitivo en su línea de flotación, mientras los discapacitados sufren una acentuada pérdida de derechos.
Resumo los recortes a la Ley de Dependencia:
- La denominada discapacidad leve queda eliminada de las ayudas.
- Los salarios de los cuidadores familiares se reducen en un 15%. Estos cuidadores quedarán a partir del 1 de septiembre excluídos del Régimen de la Seguridad Social.
- El plazo de tiempo que la Administración tiene para valorar al dependiente aumenta de 6 meses a 2 años.
- Las ayudas para este plazo de valoración pierden su carácter retroactivo.
- Disminuyen en un 40% las horas de asistencia domiciliaria.
- Se limitan las plazas asignadas para dependientes en residencias públicas.
- Aumenta el copago de los dependientes en fármacos, ambulancias, sillas de ruedas, etc...
- Recorte total de 478 millones de euros.
Desde el primer momento, la Ley de Dependencia encontró enormes dificultades para su aplicación: problemas de financiación, de ejecución... y también, por qué no decirlo, el boicot en la sombra que las comunidades del Partido Popular, por motivos insondables, hicieron a la norma, quizás con el único objetivo de torpedear una gran ley socialista que ponía a España como referencia mundial de cómo una sociedad madura y solidaria, humana y sensible, es capaz de priorizar recursos para garantizar el bienestar de los más débiles, de los más vulnerables. O quizás los populares simplemente buscasen beneficiar a empresas privadas que se ocupan de la asistencia a discapacitados.
Es cierto que las ayudas llegaban tarde, mal y a rastro, algo que rápidamente fue utilizado por muchos como arma arrojadiza contra la ley. Pero aún con todos sus obstáculos, la Ley de Dependencia marcaba el camino a seguir, el objetivo deseable hacia el que debíamos dirigirnos, el compromiso de un país con sus dependientes, la convicción de que nadie está de más, de que nadie ha de ser abandonado a su suerte.
La Ley de Dependencia decía mucho bueno de España, de su escala de valores, de sus prioridades...Por el contrario, el tijeretazo popular a los dependientes nos presenta un Gobierno frío, inhumano, sin escrúpulos, aislado y capaz de entregar a Europa la esencia misma de una sociedad: se intenta cumplir con la Unión Europea, cumplir con el déficit... lo de cumplir con las personas pasa a ser algo secundario.
Y es que detrás del hachazo mortal a la ´Dependencia` no se esconde la necesidad de reducir el gasto. No. Detrás de esta cruel decisión se esconde una marcada carga ideológica y política: la convicción de que los más débiles no interesan, que molestan, que se les puede dejar en la estacada. También se persigue la debilitación de lo público y, en último término, enterrar una ley que llevaba la firma del PSOE y de Zapatero.
Nuevamente, los recortes nos plantean un escenario con españoles de primera y españoles de segunda: los de primera son aquéllos que puedan pagarse de su bolsillo asistencia privada para sus dependientes. Los de segunda, todos los demás.
Ironizaba Paco Marhuenda (un señor francamente gracioso, director de la publicación humorística "La Razón") y decía: "¿acaso pensáis que los miembros del Gobierno son malas personas, que les gusta hacer todo esto, que lo hacen por fastidiar, por tocarle las narices a la gente?". Yo no sé si son o no son buenas personas, pero sí sé que este recorte en concreto, el de la ´Dependencia", los define, los retrata... y no precisamente para bien.
Por otra parte, los ciudadanos teníamos la sensación -ahora vemos que confundida- de que todos los avances sociales objetivamente beneficiosos para el conjunto de la sociedad, las conquistas ya logradas, no podrían tener marcha atrás. Sabíamos que habría dificultades para mejorar su puesta en marcha, para seguir evolucionando, pero confiábamos en que, al menos, no se abordaría un retroceso normativo. Pero así ha sido: parece una evidencia que vamos hacia atrás.
"Ya no es sólo que sintamos indignación. También estupor ante todo lo que está sucediendo", concluye Vilaboa, antes de anunciarme que las asociaciones de dependientes no se quedarán con los brazos cruzados observando cómo el Gobierno de Rajoy finiquita una ley que era un orgullo para este país y una tabla de salvación para miles y miles de familias.
Lo malo de ser parcial es q recubres algo interesante y donde todos (espero) estamos de acuerdo con un halo d radicalismo q lo estropea todo. Ya no es lo q es bueno para la población.. es psoe y pp... y en esa lucha perdemos todos, como es evidente y plausible.
ResponderEliminarGran blog. Buenos articulos. Q pena todo lo demas....
Una amiga mía dice si esperas a estar totalmente cabreado para escribir los artículos del blog, aunque no creo que sea radicalidad sino vehemencia.
ResponderEliminarTambién creo que es así, con energía y con pasión como hay que expresar determinadas cosas, no es parcialidad, es ver lo que está pasando delante de tus ojos y contarlo.
Me gusta y mucho.
Ser radical y vehemente es posible. Pero si eres radical eres radical.
ResponderEliminarSer parcial... es ser parcial. Te quedó muy poetico lo de la energía y pasión.. pero no tiene nada q ver con la energía y la pasión.
A parte de la pasión y la vehemencia, todo aquel que tenga opinión será parcial....
ResponderEliminarMe parece un artículo muy acertado. Parcial o no, refleja la realidad tal cual es.
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