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Hay algo que tengo cada vez más claro: si votar sirviera verdaderamente para algo, no nos dejarían votar. Por tanto, y ante el creciente y manifiesto fracaso de eso que pomposamente se denomina "el Estado de Derecho" (democracia, Justicia, soberanía popular...), parece hasta lógico que la ciudadanía -al menos la más castigada- se entregue a lo que podríamos denominar "desobediencia civil". Y no por gusto, sino porque se presenta, por desgracia, como el único camino. ¿Acaso hay otro modo de cambiar las cosas, cuando los métodos téoricamente establecidos para hacerlo han demostrado ser en la práctica una formidable milonga? Hablemos de Sánchez Gordillo.
No sé qué pensar acerca del asalto al súper protagonizado por el diputado andaluz de Izquierda Unida Sánchez Gordillo. De hecho, reconozco que me lanzo a escribir confiado en que sean el propio teclado y el folio en blanco los que me vayan iluminando en la búsqueda de una opinión. Debo decir, eso sí, que de entrada, en lo visceral, en lo sentimental, en lo emotivo... me gusta lo que hizo, aunque después quizás esa conducta cuasi delictiva no resista un análisis más racional.
Escucho y leo un sinfín de comentarios al respecto de lo sucedido, casi todos inequívocamente contrarios al comportamiento de su señoría. Sin matices. Y es que el opinólogo profesional sabe que, en cualquier asunto, ha de posicicionarse exacerbadamente en un lado o en el otro. El término medio no vende, y si no vende no le vuelven a llamar, lo que les obligaría a ponerse a trabajar. Pero tal vez no sea todo tan blanco o tan negro... Quizás "la escenita" de Gordillo y su gente traspase los límites formales de una reivindicación civilizada (aunque en el fondo puedan tener razón), pero al mismo tiempo también cabría añadir que tampoco es para tanto...
Hay dos premisas iniciales que parecen obvias. La primera no ayuda a la "cruzada" del diputado: según nuestro ordenamiento jurídico, lo que ha hecho es un delito. Indiscutible. Ojo, tampoco un delito tan terrible como algunos quieren ver, ya que el Código Penal gradúa la gravedad de actos de este tipo en función de si se realizan por pura necesidad o no (para comer, vamos, como era el caso). Pero al mismo tiempo, sólo los necios se niegan a reconocer que la performance del Mercadona tiene un carácter meramente simbólico, en un intento ya deseperado de desnudar una realidad muy cruda: hay demasiada gente que empieza a no tener nada que llevarse a la boca y que cae en situación de exclusión social. Y todo como consecuencia de una mayúscula estafa colectiva y mundial que se ha dado en llamar "crisis", y que se pretende solucionar con más estafa. Y lo cómico es que son precisamente los que provocaron la crisis quienes más se escandalizan ahora ante hechos como el de Sánchez Gordillo. "Pero, ¿dónde vamos a ir a parar?", se preguntan con su habitual cinismo. Como en tantas y tantas otras ocasiones, la forma de la protesta ha servido a algunos para pasar de puntillas por el fondo de la misma.
Las descalificaciones que ha recibido Sánchez Gordillo son n veces peores que las que se utlizaron para definir, por ejemplo, las prácticas de Rato&Company en el desfalco de Bankia. Y es que claro, un robo de cuatro lechugas en un Mercadona hace mucho más daño a España que un rescate de 24.000 millones de euros que hemos pagado entre todos, ¿no?. ¿Acaso es Gordillo el gran demonio de España? Si Gordillo es un delincuente (que en el sentido literal sí lo es), ¿qué son entonces tantos otros que todos sabemos, esos que duermen con corbata para que no les detengan de madrugada?
Dicen que Europa se escandaliza por lo sucedido, que transmitimos mala imagen, que con episodios como éste nadie en el exterior podrá empezar a creer en España. En mi opinión, a Europa y a eso que llaman "los mercados" les da exactamente igual todo este asunto: es más, no tienen ni idea de quién es Sánchez Gordillo, de dónde está Écija, o de qué es un Mercadona. Ni lo saben ni les importa. Lo que hunde la imagen de España no es el asalto al súper, sino el asalto a los bancos; no es el robo del Mercadona, sino el robo de Bankia, NovaCaixa, Bancaja...; no es un inofensivo diputado andaluz, sino la mayúscula desvergüenza de políticos y banqueros que se rieron y se siguen riendo de todo y de todos con casi total impunidad.
Y si criticamos a menudo la inacción, la despreocupación, la falta de contacto con la realidad de nuestros políticos, y si pedimos una nueva casta de dirigentes más comprometida, Gordillo representa esto, aunque su forma de canalizarlo sea discutible y sirva para entregar "armas al enemigo".
Por cierto, órdago de Sánchez Gordillo renunciando a su condición de aforado: "que me detengan", ha dicho. ¿Qué pensaríamos los ciudadanos si un político como Sánchez Gordillo es detenido, mientras consejeros de cajas y bancos con millones de euros en sus cuentas, o políticos manifiestamente corruptos continúan por ahí, a sus anchas? Para los que se preocupan tanto de lo que piensan de nosotros en el exterior, ¿qué dirían en Europa de esto?
Sánchez Gordillo es un demagogo, comparable a los comentaristas que buscan el aplauso fácil en un debate de Tele 5. Necesitamos soluciones reales! No pantomimas que sólo buscan saciar las ansias de notoriedad de "héroes de barro".
ResponderEliminarParto de la base de que el Sr. Gordillo dice verdades y hace ver realidades que son capaces de irritar hasta al que no quiere ver, pero se desacredita al él mismo utilizando métodos para llamar la atención que son totalmente reprobables, supongo que no se le habrá ocurrido nada mejor... pero no creo que asaltar supermercados no es el camino.
ResponderEliminar"Si votar sirviera verdaderamente para algo, no nos dejarían votar."
ResponderEliminarBuena reflexión. Esto sí que da para pensar a fondo.