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Desolador panorama electoral el que se le presenta a los gallegos ante las próximas elecciones del 21 de octubre. Lo triste no es sólo el paupérrimo nivel que presentan las diferentes opciones de voto, sino que alguna de ellas, sí o sí, ganará y tomará por tanto el timón de la comunidad, al menos durante los próximos cuatro años. El espectro de candidatos y proyectos es para echarse a llorar... y a temblar.
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Desolador panorama electoral el que se le presenta a los gallegos ante las próximas elecciones del 21 de octubre. Lo triste no es sólo el paupérrimo nivel que presentan las diferentes opciones de voto, sino que alguna de ellas, sí o sí, ganará y tomará por tanto el timón de la comunidad, al menos durante los próximos cuatro años. El espectro de candidatos y proyectos es para echarse a llorar... y a temblar.
Ante este tipo de encrucijadas sin salida, es fácil que surja el topicazo que recomiende a los electores el voto en blanco o la abstención. “Si hubiese un 70% de abstención o un 50% de voto en blanco, los partidos y los políticos se darían cuenta del malestar de la gente y tendrían que cambiar y bla bla bla…”, dicen algunos. Yo creo que si hubiese un 70 de abstención, los partidos cogerían el 30% de participación, se repartirían los escaños (el poder), balbucearían cuatro frasecitas bonitas del tipo “hemos entendido el mensaje que nos envía la ciudadanía”, y seguirían para adelante como si nada hubiese sucedido. En todo caso, no son pocos los que vaticinan un alto grado de abstención en Galicia. Ya veremos…
El gallego se encuentra sin alternativas de voto mínimamente convincentes. Veamos:
El Partido Popular y Feijóo: ¿tenía Galicia presidente?
¿Ha sido la de Feijóo la legislatura más inoperante de la historia de la democracia gallega? Posiblemente, sí. (Y esto es mucho decir, teniendo en cuenta que los gallegos eligieron a Fraga durante veinte años seguidos, aún cuando la comunidad se iba quedando anclada en el subdesarrollo, con el propio gobierno autonómico fomentando la pobreza económica, social y cultural como forma de perpetuarse en la poltrona).
Un repaso a la (no) respuesta de la “administración Feijóo” ante los grandes asuntos de Galicia:
· El Gobierno autonómico no sólo se inhibe, sino que participa del ataque de la Unión Europea al sector pesquero gallego. La Xunta no da la cara por sus marineros; al contrario, se posiciona junto al Gobierno central, sumiso a Bruselas.
· Sector naval. Promesas y promesas, largas y largas, mentiras del conselleiro Guerra. Lo único cierto, un sector hundido. Los contratos con Pemex no dejan de ser sino un golpe de efecto que otorga un aliento muy provisional, pero que en ningún caso soluciona el “quid” del asunto.
· Ganaderos. Desamparados y arruinados. Las explotaciones, cerrando. ¿El gobierno autonómico? Ni aparece ni se le espera.
· Ataque a la lengua gallega. Tras utilizar a la siniestra Gloria Lago (“Galicia Bilingüe”) para llegar al Gobierno, Feijóo impulsó el sibilinamente llamado “decreto del plurlingüismo”, detrás del que se esconde un ataque frontal al idioma gallego. La lengua ha sido el blanco favorito de un gobierno que quiere dejar a Galicia huérfana de su cultura. (a la derecha siempre le ha interesado un pueblo ignorante y, por tanto, más manejable).
· Fusión de las cajas. Sin comentarios. El mayor ridículo de Feijóo. Sus mentiras iban quedando desenmascaradas por los propios acontecimientos y por los informes del Banco de España que poco a poco se daban a conocer. Parecería de locos que, después de la gestión que se hizo de este asunto, alguien de Vigo, por ejemplo, pudiese votar al candidato popular.
· Sector público: enseñanza y sanidad. Ni una mala palabra ni una buena acción. ¿Ejemplo? No titubea a la hora de asegurar que “Galicia es el único punto de España donde se siguen construyendo hospitales públicos”. Todos entendimos que se refería al de Vigo. ¿Construyendo? Allí hace meses que no se ve ni una grúa ni un obrero. ¿Hospital público? ¿Público? Por favor, que no somos tan tontos…
Feijóo es una puesta en escena, una gran fachada. Si rascas, no hay nada debajo… Pero ¿qué ha hecho en cuatro años? ¿Cuál es el balance de su gestión? La pregunta es: ¿está Galicia mejor que hace cuatro años, a pesar de que Touriño&friends dejasen el listón por los suelos?
Ha sido la de Feijóo una inoperancia voluntaria, ya que el habilidoso ¿presidente? pretende utilizar a Galicia como trampolín hacia metas políticas mayores. Y para alcanzar esos inconfesables objetivos personales, consideró que lo mejor era gobernar ausente, sin mojarse, tratando de no enfrentarse con nadie, contentando a unos y otros, más preocupado del “qué dirán” en Madrid que de las verdaderas necesidades de Galicia, en gira permanente por los platós de medios nacionales (con especial profusión en Intereconomía), en donde era masajeado a discreción.
Para Feijóo, Galicia no es un fin, sino un medio. El problema para él es que se ha notado demasiado, ha “cantado”… Galicia lleva casi cuatro años sin presidente.
Muchos gallegos ya han descubierto la “farsa Feijóo”, ya saben de qué va el bueno de Alberto, que Galicia es sólo una herramienta del presidente , que su mente está mucho más arriba, en el centro (geográfico, que no político, desde luego…). Si a eso sumamos el castigo electoral al PP que también en Galicia se derive de sus recortes y mentiras, y teniendo en cuenta que los populares ostentan la mayoría absoluta por un único diputado, entonces cabría inferir que lo más lógico sería un relevo en Monte Pío. Pues tal vez, no. Tal vez, Feijóo reedite mayoría absoluta.
¿Cómo se explicaría esta aparente sinrazón? Dejando aparte (me niego a creérmelo, aunque cada día me cueste más) eso de que el gallego necesita de su cacique de mano para estar tranquilo, que si no tiene a su “caciquiño” cerca se siente desorientado, que prefiere la seguridad de su subdesarrollo, no sea que el progreso sea peor… dejando aparte, con esfuerzo, este argumento, la respuesta a la posible victoria del PP está en la oposición , por llamarla de algún modo.
Y es que si los gallegos decidiesen, después de casi treinta años de tercermundismo, apostar por un cambio que les conduzca de una vez por todas al desarrollo económico, social, cultural (que ya va siendo hora), si tomasen la determinación de aparcar esa derechona postfranquista que tiene a Galicia permanentemente frustrada, si los gallegos gritasen al fin “¡ya está bien!”, ¿qué se encontrarían como alternativa?
PSdeG: ¿nada mejor que Pachi?
Lo del PSdeG tiene delito. Ya antes de conocer el resultado electoral, y aunque les pueda llegar a ser favorable, la designación de Pachi Vázquez como candidato constituye de por sí un fracaso del conjunto del partido. Tras ganar Asturias y Andalucía, alcanzar también la Xunta (en previsión de perder Euskadi) significaría mucho para la recuperación de un PSOE tocado y al que se le achaca falta de reacción. Y sin embargo, entre los egos de unos y otros, con las peleas internas de Vigo -ciudad llave del socialismo gallego- , sin dirigentes de peso capaces de dar el paso, y con el estratega Feijóo adelantando elecciones para evitar que la oposición pueda ofrecer nada mejor, con todo ello sumado, el PSdeG sólo es capaz de presentar ¡a Pachi Vázquez! Lo que debería ser un previsible triunfo de los socialistas, se convierte así en una posible reelección de Feijóo. “Del mal, el menos”, pensarán no pocos.
Presentar a Vázquez es, incluso, una falta de respeto del PSOE hacia los gallegos. ¿Pretenden que los gallegos entreguen su futuro a ese señor? ¿No merecen los gallegos nada mejor? ¿Los castiga Rubalcaba por seguir votando PP, o los da por perdidos, recordando por ejemplo que el PP sacaba mayoría absoluta en Muxía apenas unos meses después del desastre del Prestige?
Nacionalismos e Izquierda
Los nacionalistas gallegos no han perdido fuerza porque se hayan escindido, sino que han escindido porque ya habían perdido fuerza. Dilapidaron grandes oportunidades de demostrar a Galicia que pueden ser partido de Gobierno (alcaldía de Vigo, bipartito de la Xunta). Juntos o separados, su expectativa electoral era gris. Los nacionalismos excluyentes y acomplejados ya no tiene tirón; sí se mantienen los nacionalismos argumentados y de mente abierta (como el catalán, por ejemplo), pero éste no es el caso de Galicia, desde luego.
Y cuando Izquierda Unida lo tenía todo a favor (excepto la Ley Electoral, claro) para entrar en el Parlamento, decide presentarse en coalición con Beiras. Pero no sólo eso, sino que renuncia a sus siglas. Es decir, IU como tal, no se presenta, sino que lo hace dentro de “Alternativa Galega de Esquerdas” (detesto el término “alternativa”, ya que “alternativa” no significa nada en positivo, no dice nada de ti; es un concepto a la defensiva. “Alternativa” sólo se explica en contraste con otro: ¡deja a los demás tranquilos y di lo que vas a hacer tú!). Conozco a no pocas personas que iban a votar a Izquierda Unida y que ahora, con esta extraña pareja de baile formada, ya no lo harán. En mi opinión, grave error estratégico de IU y acierto del “zorro plateado” Beiras. En todo caso, se le augura un gran resultado a este nuevo partido tan alternativo…
¿UPyD y Mario Conde? Frikis no, gracias. Y ex convictos, menos. Ahora bien, en el caso del estafador tudense, podría llegar a darse una situación divertida. Resulta altamente improbable que Conde obtenga representación, pero imaginemos que consigue un diputado, y que el PP pierde la mayoría absoluta también por un escaño. ¿Tendrían o no tendrían los populares “el estómago” de pactar con el ex presidiario?
Dicen las encuestas que todo va a estar muy igualado, que se puede decidir por un puñado de votos. “La Voz de Galicia”, sin embargo, vaticina que Feijóo mejora resultados. ¿Cómo es posible que el PP pueda llegar a mejorar con lo que está haciendo en Galicia y España? La respuesta es clara: Pachi Vázquez.
No son unas elecciones cualquiera, unas elecciones más. Y no lo son porque no es un momento cualquiera. El gallego no tiene a quién votar, y el voto en blanco o la abstención tampoco solucionan nada. Sin embargo, el votante debería mirar a su alrededor, a la realidad de su tierra, y “romper” con el partido que le ha conducido a la actual situación de atraso. En caso contrario, Galicia sería una nueva Valencia, y los gallegos se tendrían bien merecido todo los que les pasase…
Para cuándo un comentario sobre las elecciones vascas?
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