martes, 28 de enero de 2014

Los tribunales y la calle

Cuando un españolito ve cómo un juez paraliza la privatización de la sanidad pública madrileña, y cuando sabe que los ex consejeros Lamela y Güemes están imputados por prevarización y cohecho, entonces ese españolito piensa que quizás todavía quede un ápice de esperanza para este país.
Cuando un españolito observa cómo otro juez tumba los recortes de Cospedal y obliga a Castilla-La Mancha a readmitir a 500 interinos y a pagar atrasos, ese españolito empieza a confiar en que tal vez sí merezca la pena confiar en un futuro.

Cuando un españolito encuentra a Díaz Ferrán en prisión, o cuando ve cómo los juzgados están dando la razón sistemáticamente a los estafados por las preferentes, ese españolito recupera algo de la fe perdida. (pregunta: ¿por qué se desaconsejó a los preferentistas acudir a la Justicia, mientras en cambio se les invitaba a utilizar los arbitrajes?).
Cuando un españolito ve a jueces como Silva o Castro atreverse con todo y con todos, ese españolito se convence de que la redención del país y de la sociedad es posible, y que en gran medida pasa por los tribunales.

Y precisamente por eso, el españolito vuelve a desmoralizarse con injerencias políticas tan descaradas como las de los casos "Blesa" o "Infanta", con el fiscal enmendando la plana a las élites, y con los (presuntos) delincuentes convertidos en víctimas de los jueces, que de pronto pasan a ser los culpables... el mundo al revés. De hecho, el único que va a pagar por el escandalazo Bankia será el juez Silva.

Y el españolito se retuerce de nuevo con la persecución que desde dentro sufren los jueces valientes, o con el trapicheo partidista del Tribunal Supremo, del Constitucional o del Consejo General del Poder Judicial, o con el hecho de que Jaume Matas (por poner un ejemplo) continúe en libertad riéndose de todos, o con sentencias como la del Prestige…
El nivel de desarrollo que sea capaz de alcanzar la maltrecha democracia española pasa inevitablemente por el papel que los jueces decidan desempeñar en ella. ¿Se atreverán? ¿Los dejarán?

Y junto a los tribunales, la calle. La marea blanca, los movimientos anti-desahucios o Gamonal son sólo tres muestras. No son alborotadores, ni anti sistemas, ni extremistas de izquierdas, y mucho menos delincuentes... no están manipulados, ni politizados. Sólo son personas comprometidas que saben que tener la mayoría absoluta no significa tener la razón y no da derecho a todo, en esa visión tan peregrina que el PP tiene de la democracia. La democracia es mucho más que unos resultados electorales. Por supuesto, el Gobierno ya pone a Fernández Díaz y a los medios de comunicación del régimen a trabajar, para que la libertad de expresión sólo exista si dices lo que a ellos les gusta. Si piensas distinto, tiendes a ser un delincuente. ¿Por qué les asusta tanto que la gente se exprese en libertad?

Los tribunales y la calle: la sociedad española quiere reaccionar. De momento, las privatizaciones (incautaciones, o "poner a su nombre", como dice Wyoming) deberán esperar...
P.D.: Tras lo de Eurovegas, tras la paralización de la privatización, y con una negrísima sombra de corrupción merodeando sobre él y sobre su familia, ¿a qué espera Ignacio González para dimitir?

@losdiasfuriosos


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