Los actos de proclamación de Felipe VI resumen a la perfección los rasgos de la institución monárquica y del cortesanismo que la protege.
Empecemos por el discurso del nuevo rey: retórico, palabras huecas, lugares comunes, topicazos, frasecitas… nada. Un discurso que habría firmado sin ningún problema Juan Carlos I: ni una mala palabra, ni una buena acción. Aunque, en efecto, ¿qué más da lo que diga?
La estética del evento: todo muy moderno, muy actual… Los escudos, las banderas, los atuendos, el protocolo, los militares, los desfiles… Naftalina rancia. Caspa de la gorda. Además, el escasísimo público asistente al paseo de los reyes en el Rolls Royce (igualito al de Franco) confirma el pinchazo del fervor monárquico.
Y mientras, una especie de estupidez colectiva, de servilismo político y de infantilismo mediático se encarga de avalar este circo. Impropio de lo que pretende ser una sociedad avanzada. Y con un aroma muy de otro tiempo.
Por cierto, Miguel Ángel Aguilar recuerda que el artículo
107 del Reglamento para las Cortes prohíbe a los invitados aplaudir en las
sesiones. Por tanto, tan sólo Más y Urkullu tuvieron un comportamiento correcto.
Todos los demás, ¡¡¡se saltaron las reglas del juego del consenso constitucional!!!
@losdiasfuriosos
losdiasfuriosos@gmail.com
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A mi , la verdad , me parecía estar viendo escenas de una película de época. Pero bueno, como usted escribe, qué más da!. Al pueblo, poco caso. No, ninguno.
ResponderEliminarIncreible ese artc 107 que nadie más lo ha dicho. Mis felicitaciones por su información. Eso sí, otros vendrán que bueno harán a Felipe VI... Miedo dan las alternativas...
ResponderEliminarPois a min o discurso gustoume e moito. Non penso que sexa unha institución "rancia" se estivera bem regulada. Moitos dos países máis "demcráticos" tenhem esta figura e nom pasa nada. Aquí todo o mundo era "juancarlista" e agora todo o mundo o quere laminar. Que país!!!
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