lunes, 17 de marzo de 2014

El plan sigue adelante...

“La sociedad será dominada por una élite cuyo reclamo por el poder político se basa en un sentimiento de superioridad (…). Esta élite buscará todos los medios para lograr sus fines políticos (…), para influir en el comportamiento de las masas, así como para lograr el control y sumisión de dicha sociedad”. (Zbigniew Brezinski, politólogo estadounidense, asesor de Jimmy Carter).

Se ha convertido en uno de los lemas más contundentes y certeros del movimiento ciudadano de contestación y protesta: “no es una crisis: es una estafa”. ¿Alguien duda, a estas alturas, de que lo que está sucediendo no es sino el resultado de un plan minuciosamente orquestado?

Cena informal de embajadores de la ONU. Año 1994. David Rockefeller Jr acude como invitado. Dejándose llevar (o no) por un ambiente distendido, comenta con el resto de comensales: “estamos al borde de una transformación global, que supondrá una gran oportunidad de negocio. Lo único que necesitamos para imponer un nuevo orden mundial favorable para nuestros intereses es una gran crisis”. El heredero añadía que la crisis llegaría en un plazo no superior a quince años. Dicho y hecho: la crisis llegó en tiempo y forma previstos…
Durante los primeros años de “crisis”, el desconcierto y la incomprensión eran la tónica predominante entre la ciudadanía. Pero ahora, la burla ya ha sido descubierta. Por mucho que “creadores de opinión” y grupos de poder e influencia insistan en enmendar la plana a los responsables del gran engaño, y en justificar el fraude global... a pesar de todo esto, la gente empieza a sospechar, que detrás de lo que está sucediendo hay intereses muy concretos de personas, lobbys, empresas e ideologías muy concretas.

(por cierto, y ya que estamos con el bueno de Rockefeller Jr. más perlitas suyas, y que son muy ilustrativas del rol fundamental que desempeña la prensa en la consolidación de la estafa: “estamos muy agradecidos al Washington Post, al New York Times y a Time, entre otras grandes publicaciones, sin cuya discreción durante más de cuarenta años nos hubiera sido imposible desarrollar nuestro plan para el mundo”).
Las leyendas urbanas y las teorías conspiranoicas sostienen desde hace mucho tiempo que el verdadero gobierno del planeta lo ostentan personas a las que no conocemos, que permanecen en la sombra, poderes ocultos y misteriosos que manejan como marionetas a los políticos de turno y que son los auténticos dueños del destino de la Humanidad. Nos los imaginábamos “manejando el cotarro” desde despachos sin ventilación, vagamente iluminados por luces tenues, y bebiendo whisky on the rooks en vaso ancho, mientras acariciaban a un gatito orondo y peludo, con una ópera de Wagner sonando de fondo.  Si todo un presidente de los Estados Unidos como Clinton dice “cuando uno llega a la Casa Blanca se da cuenta de que hay otras personas que toman las decisiones”, o si en clave española añadimos las crípticas declaraciones de Rajoy (“no quiero tomar las decisiones que tomo”), entonces nos encontramos con que el primer gran fraude es el de las elecciones. Da la sensación de que los que mandan de verdad no se presentan a las elecciones, y que van a seguir mandando gane quien gane. es el teatrillo de las elecciones es la forma escogida para engañar a las personas, haciéndoles creer que sí son dueños de su futuro y que sí pueden elegir la sociedad en la que desean vivir: si votar sirviera verdaderamente para algo, entonces no nos dejarían votar.
En su libro “Tragedy and Hope”, el autor Carroll Quigley resume: “los imperios económicos están interesados en promover el endeudamiento de los gobiernos y el empobrecimiento de los países. Cuanto más alta es la deuda, más caros son los intereses. Pero además pueden exigir al presidente privilegios fiscales, monopolios de servicios o contratos de obras. Si éste no acepta provocarán su caída, promoviendo disturbios y huelgas que, al hacer más pobre la nación, le obligará a claudicar ante lo que piden”. ¿Os suena de algo?

Siguiendo, pues, el rastro del dinero (y del liberalismo como ideología al servicio del dinero como medida de todas las cosas), llegamos a la concreción del plan previsto y a la plasmación más clamorosa de la estafa global:
-Amnistía fiscal para los grandes defraudadores (delincuentes) vs subida del IVA

-Rescate a bancos irresponsables vs desahucios de estos bancos a personas sin recursos.

-Privatizaciones vs recortes en sanidad y educación públicas.

-Déficit como prioridad vs personas como elemento secundario, como daño colateral.

-Reforma laboral al servicio de una patronal responsable directa de la crisis (recuerdo que en España la deuda privada es superior a la deuda pública) vs penoso retroceso de los derechos del trabajador, con el neo esclavismo como objetivo último.
-Créditos blandos concedidos a bancos con dinero publico vs crédito cerrado o usurero de esos bancos a familias y PYMES.

Y podríamos seguir. ¿No es una burla, no es una estafa, no es un plan articulado para imponer una forma injusta, insolidaria e inhumana de entender la sociedad? ¿Alguien puede, llegados a este punto, negar el fraude? En política y en economía nada sucede por casualidad: si sucede así es porque alguien así lo planeó.

Pero todo esto no es nuevo: ya en el siglo XVIII, el barón Rothschild lanzó una oferta a los notables del momento: “les concedo la elaboración de todas las leyes que deseen, pero el control sobre la moneda circulante déjenmelo a mí”.
Los estafadores encorbatados, riéndose de todo y de todos, articularon su desalmado atentado entorno a una premisa que ahora comienza a cuestionarse: “la gente es tonta, será fácil engañarla y manipularla, convencerla de que los recortes son la única salida”. Pero no contaban con que “la gente tonta” despertase, con que tratase de informarse (a pesar de que no resulta nada fácil) y de entender qué hay detrás de todo esto… Y esos “tontos” han llegado a la única conclusión posible: nos han estafado. Y están dispuestos a reaccionar. Por ahí se abre un mínimo rayito de esperanza en medio de un horizonte desolador.

El mundo va a entrar en guerra, si no lo está ya. No es una guerra con bombas ni ejércitos. Es una guerra de divisas , de mercados, de derechos humanos contra cuentas de beneficios… es una guerra de sometimiento paulatino y silencioso. “Los poderes bancarios son más peligrosos que los ejércitos mejor armados”, sentenciaba el presidente Jefferson. Y como en todas las guerras, los que deciden las estrategias están en un cómodo despacho, sin que las balas les silben en los oídos. Pero en el campo de batalla, son los soldados los que se van quedando en el camino. Me parece que los soldados somos nosotros…

Resulta evidente que nos encontramos a las puertas de la consolidación de un nuevo orden mundial. Casi podríamos escribirlo en mayúscula: Nuevo Orden Mundial. Vivimos años que se estudiarán en los libros de historia dentro de algunos siglos (si es que siguen existiendo los libros… o la educación… o la especie humana). Lo que se dilucida ahora es si esa transición será violenta o pacífica, y si el resultado será hacia un mundo mejor o hacia una nueva forma de esclavitud. La Humanidad se juega en esta crisis su voluntad de avanzar o de retroceder.

“¿No comprendes que temores y deseos son los sicarios que tus amos mantienen en tu corazón, como en una ciudadela, para sujetarte? Echa fuera esa guarnición, entra en posesión de esa fortaleza que es tuya, y serás libre” (Epícteto).

@losdiasfuriosos

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