Las reformas del gobierno habrían sido un gran éxito si no fuera por un pequeño detalle: las personas existen. Todo encajaba: recortes en derechos sociales, recortes en derechos laborales, recortes en el estado del bienestar, Europa encantada, las élites felices… Las cuentas daban. Era perfecto… Pero claro, las personas existen. Porque de pronto, aparecieron la pobreza y las desigualdades, emergió la realidad de los dependientes, de los desempleados, de los enfermos, de los pensionistas, de los estudiantes… y el esquema se fue al traste. Las personas son un incordio, unos aguafiestas… estropean el modelo. Para el gobierno la gente estorba y la realidad molesta.
A millones de españolitos les encantaría vivir en ese planeta
paralelo en el que vive Rajoy. Les encantaría vivir, como Mariano, en los
Mundos de Yupi, en Matrix, en Rajoylandia: un paraíso, un lugar donde todo es maravilloso,
donde no hay ningún problema, donde el gobierno acierta en todas y cada una de
sus medidas, donde sólo el futuro es todavía mejor, si cabe, que el presente.
Pero no, todos esos millones de personas viven, por desgracia para ellas y para
el gobierno, en España. En la España de hoy.
Millones de españolitos se habrán sentido burlados, por no
decir insultados, con las intervenciones del presidente en el Debate sobre el
Estado de la Nación. Rajoy, orgulloso y
encantado de conocerse. Mientras, el país
alcanza máximos históricos de pobreza, desigualdad, paro, corrupción,
privatizaciones… Rajoy no siente que esos asuntos le incumban, no se siente
aludido. Mariano, en Rajoylandia.
El comienzo de su discurso, con un resumen de prensa propio
de los programas radiofónicos de la mañana y en el que, por supuesto, sólo se
ocupó de los titulares favorables, confirma que la principal preocupación del
presidente es que la prensa (principalmente la prensa liberal europea) le dé palmaditas en la
espalda. Ésa es su prioridad, la razón de su ser de su mandato. Como es obvio, desechó
los cientos de titulares que hablan del
clamoroso fracaso de su reforma laboral, del millón de nuevos parados, o de las críticas a su
austeridad selectiva sin crecimiento. Tampoco recordó, por ejemplo, la imagen
que España proyecta en el mundo por asuntos como la reforma de la ley del
aborto, la “ley Fernández”, la corrupción o Ceuta.
Que Rajoy, su gobierno y su partido se erijan en abanderados
de “compromiso con la regeneración democrática” y en protectores “de los más
desfavorecidos” es una broma de mal gusto. No hace falta dar mayores
explicaciones al respecto. También es enojante que insista en que se ha “pedido”
un esfuerzo a los españoles. Aquí no se ha “pedido” nada. Se habría “pedido” un
esfuerzo si el esfuerzo viniese contemplado en el programa electoral, cosa que,
huelga decir, no sucedió. Aquí no se ha “pedido” nada; se ha impuesto con un
uso ilegítimo de una mayoría absoluta lograda en situación de fraude
democrático.
Treinta y cinco años después, nuestros representantes
políticos todavía no han aprendido a distinguir entre un Debate sobre el Estado
de la Nación y un mitin de domingo por la mañana en la plaza de toros del
pueblo. Se supone que el Debate ha de ser sesudo, serio, riguroso…lo primordial
sería el análisis real de lo que sucede, el diagnóstico de los problemas y la
búsqueda de soluciones. De un Debate se espera algo más que un “qué guapo y
alto soy yo, y qué bajito y feo eres tú”. Esto último debería quedar para los
mítines. Pero no.
El gobierno de Rajoy lo tenía todo bien pensado y
planificado… hasta que la realidad se esnafró en sus narices. Si no tuviéramos
que ocuparnos de las personas, ¡qué bien
estaríamos gobernando! Si no fuera por la realidad, ¡qué buenas serían las
cifras! Malditas personas. Maldita realidad.
@losdiasfuriosos
losdiasfuriosos@gmail.com
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Por eso las personas tenemos que hacer algo. Pero que?
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