miércoles, 3 de abril de 2013

El ciudadano es el enemigo (´escraches`, líneas rojas y anti política)

La anti política, la anti representatividad, la anti democracia. Partidos y dirigentes políticos escapando de los ciudadanos, protegiéndose de ellos, temerosos: cuánto más lejos, mejor. Marcando las distancias con la gente a la que, en teoría (sólo en teoría), representan. Gobernantes miedosos de su pueblo, huidizos, aislados, empleando recursos públicos para blindarse ante los ciudadanos, que según se ve, son el enemigo. Congresos provinciales del PP que cambian de sede para dar esquinazo a la gente, actos públicos en lugares poco accesibles y “tomados” por la Policía, concejales evacuados con nocturnidad por las ventanas del Consistorio, plenos municipales a puerta cerrada, agendas de políticos cambiadas a última hora para “librarse” de la molesta gente que les espera, Interior pidiendo “contundencia” contra las protestas, . Y mientras, las comparecencias en el Congreso de los Diputados y en los parlamentos autonómicos (sedes de la soberanía popular) se reducen a la mínima expresión, al igual que las ruedas de prensa, siempre con preguntas filtradas, o directamente sin preguntas (o con plasmas de por medio, la última moda). Ya ni siquiera se molestan en dar explicaciones, quizás porque no las hay...  Pues éste es el panorama, el desolador resumen de la relación que mantienen a día de hoy los políticos con los ciudadanos: es el mundo al revés.
Y en nombre de esta democracia de mentira, de esta falsa representatividad, los beneficiarios de la pantomima insisten en preservar el sistema de las iras de los ciudadanos estafados. “Hay otros cauces”, cacarean. Y concretamente, ¿cuáles se supone que son esos otros cauces? ¿Qué debe hacer entonces un ciudadano desesperado y atropellado? Les ha faltado tiempo a Gallardón, Alonso o Caldera, entre otros,  para decir (muy enérgicos ellos)  que las protestas  subidas de tono y los “escraches” contra políticos son “profundamente anti democráticos”. Sin embargo, no están tan rápidos ni tan efusivos cuando son los ciudadanos los que se ven perjudicados en tantas y tantas decisiones tomadas en el Parlamento, y que son contrarias al programa electoral del partido en el Gobierno. Eso en cambio no les parece “profundamente anti democrático”. Y es que son muchos los que ven violencia en una pancarta y no la ven ni en un desahucio, ni en las preferentes, ni en los recortes en sanidad, ni en el fraude electoral.
Los políticos no están dispuestos a soportar la presión de la calle: no quieren protestas a las puertas de su domicilio. No quieren que los gritos de la gente ensucien sus sesudos discursos, llenos de mentiras y de frases huecas. No quieren que se irrumpa en el restaurante donde cenan para señalarlos con el dedo. No quieren que se les espere en el portal de su casa. Quieren traicionar a la gente desde su escaño y después marcharse tan tranquilos a sus casas, como si nada, “porque hay líneas rojas que no se pueden rebasar”. Aquí, las líneas rojas que creíamos más intocables han sido burladas ya hace tiempo. Así que si no hay líneas rojas, pues no hay líneas rojas…
La distancia física que pretenden establecer los políticos con la gente es una buena metáfora de lo lejos que se encuentran de los problemas de la ciudadanía, y de lo poco que les interesan (los problemas y la ciudadanía). En vez de protegerse con la Policía, en vez de camuflarse detrás de plasmas, en vez de criminalizar las protestas (como siempre), los políticos deberían pararse a pensar por qué tienen  que huir de la gente, por qué no son capaces de mirar a los ojos de  los ciudadanos, por qué  necesitan esconderse… Y mientras sigan escapando, que no utilicen  a  “la democracia” como argumento para sus trampas.
P.D.: Al final, acabarán condenados  los que protestan por las preferentes, y se irán “de rositas” los que se las colocaron a enfermos de Alzheimer, analfabetos y ciegos. "¡La violencia es intolerable!” . Tiempo al tiempo…

@losdiasfuriosos
losdiasfuriosos@gmail.com

1 comentario:

  1. Si nos quitan el derecho a protestar, ¿qué nos queda a los ciudadanos? Lo peor es que no hay nadie, ningún partido político, que ofrezca soluciones reales a nuestros problemas. Todos están "pringados".

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