¿Era
tanto pedir? ¿Era tanto pedir que la catástrofe del Prestige, dada su
extrema gravedad, se sustanciase con un juicio riguroso,
exhaustivo, serio, valiente, que sentase en el banquillo a los verdaderos
culpables de lo sucedido, que dictaminase quién se equivocó y por qué, y
que depurase responsabilidades… cayese quien cayese…? ¿Era tanto pedir
un juicio que, en definitiva, resarciese en la medida de lo posible la
dignidad de un pueblo? ¿Era tanto pedir que la Justicia hiciese su
trabajo con determinación e independencia? Pues sí, era mucho
pedir. El Prestige fue un gran palo para Galicia. Ahora, su juicio ha constituido una descomunal burla, una pantomima indecente: los que están no son, y
los que son no están.