"Con todo lo que ya se sabe, muchos volverán a ser votados, y tendremos que admitir que somos un país de mierda". José Sacristán.
Recientemente, el rotativo británico “The Guardian”
publicaba un interesantísimo artículo: “¿Por qué seguimos votando a idiotas?”. Lo
explicaba en base a dos principios de la psicología: el “efecto Dunning-Kruger”
y la “ley de la futilidad de Parkinson”. Las conclusiones son descorazonadoras:
las personas menos inteligentes suelen tener un alto concepto de sí mismas y una
elevada autoestima (el atrevimiento de la ignorancia), lo cual les permite ser convincentes y ofrecer
aparentes soluciones sencillas a problemas complejos. Asimismo destinan muchos
esfuerzos a temas insignificantes pero muy cercanos al público, y pasan por
alto los asuntos realmente delicados. Por el contrario, las personas
inteligentes dudan, analizan, saben que las soluciones no son tan sencillas,
van a lo importante antes que a lo urgente... y eso les aleja de la gente. Si
eres inteligente y culto, y quieres triunfar en política, disimula. “No todos los
políticos son idiotas, pero la mayoría sí”, concluye The Guardian.